En
su viaje del Papa Francisco a Sud-América, aludiendo a la ‘cuestión
social’, hizo referencia a las tres ‘T’: ‘TECHO, TRABAJO, TIERRA’. Tres
elementos en los que se ve involucrada la familia, como elementos muy importantes
para su adecuado desarrollo. En la Carta de los derechos de la familia,
publicada por la Sta. Sede (1.983) se pueden encontrar alusiones expresas a
estos tres elementos.
A
propósito de ‘TECHO’ dijo el Papa Francisco: “una casa para cada familia. Hoy
hay tantas familias sin vivienda, o bien porque nunca la han tenido, o bien
porque la han perdido por diferentes motivos. Familia y vivienda van de la
mano. Pero además, un techo, para que sea hogar, tiene una dimensión
comunitaria. Hoy vivimos en inmensas ciudades que se muestran modernas,
orgullosas y hasta vanidosas. Ciudades que ofrecen innumerables placeres y
bienestar para una minoría feliz…. pero se le niega el techo a miles de vecinos
y hermanos nuestros, incluso niños”. Es el problema del cordón de miseria que
rodea a las grandes ciudades.
Respecto
del TRABAJO dijo el Papa: “el desempleo juvenil, la informalidad y la falta de
derechos laborales son inevitables, son resultado de una previa opción social,
de un sistema económico que pone los beneficios por encima del ser humano. Todo
trabajador, esté o no esté en el sistema formal de trabajo asalariado, tiene
derecho a una remuneración digna, a la seguridad social y a una cobertura
jubilatoria.
El
Papa Juan XXIII habló en su tiempo acerca del salario familiar: aludía a que el
obrero, el trabajador debe ganar un salario, no como individuo aislado, sino
como miembro responsable de una familia (una esposa, unos hijos), y él mismo
comenzó a dar ejemplo organizando el salario familiar para los empleados del
estado vaticano, e instó a todos los estados del mundo a hacer otro tanto.
En
muchos países se habla de ‘salarios de hambre’… Incluso, se da el caso
discriminatorio: a un hombre soltero o casado sin hijos o con pocos hijos se le
brinda la posibilidad de trabajo en las empresas, mientras que a un padre de
familia con varios hijos se le niega para no tener que pagar el subsidio
familiar.
La
TIERRA es la tercera ‘T’ a que alude el Papa: “me preocupa la erradicación de
tantos hermanos campesinos que sufren el desarraigo, y no por guerras o
desastres naturales. El acaparamiento de tierras, la desforestación, la
apropiación del agua, los agro-tóxicos inadecuados, son algunos de los males
que arrancan al ser humano de su tierra natal”.
También
sobre la posesión de la tierra hay una estadística significativa: si
distribuimos la población mundial en tres grupos y los bienes creados
disponibles en cinco grupos, tendremos este resultado: una tercera parte de la
población está apoderada de las cuatro quintas partes de los bienes; esto
equivale a decir que mientras unos pocos mueren de indigestión, muchos mueren
de hambre.
Este
el problema del latifundio de unos cuantos y el minifundio, si es que lo
tienen, de muchos. La propiedad sobre la tierra tiene una dimensión social. El
texto bíblico del Génesis hace hablar a Yhavé diciendo: “sed señores
de toda la creación y dominadla”; ser señor el hombre y la mujer de cuanto fue
creado significa, en primer lugar, tener un techo para abrigarse, tener un
trabajo digno para sustentar a la familia, tener un trozo de tierra suficiente
para ejercer su´ señorío.
El
Concilio Vaticano II, refiriéndose a la vida económico-social, escribió en la Gaudium
et spes que “el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la
vida económico-social” (n. 63). Y un poco más adelante añade: “el lujo pulula
junto a la miseria. Mientras unos pocos disponen de un poder amplísimo de
decisión, muchos carecen de toda iniciativa y de toda responsabilidad, viviendo
con frecuencia en condiciones de vida y de trabajo indignas de la persona
humana”.
Techo,
trabajo, tierra, tres condiciones para que el individuo y la familia puedan
desarrollar su vocación de ‘señores’ de la creación. El mundo fue creado para
todos, no para unos pocos. La doctrina social de la iglesia ha elaborado
abundante literatura sobre estos tópicos; desafortunadamente se queda en los
anaqueles de las librerías o de las bibliotecas; es doctrina que hace falta
llevarla a la práctica; esto de poner por obra la doctrina social de la iglesia
es competencia de los laicos comprometidos.
El
Concilio Vaticano II fue enfático en subrayar la misión de los laicos: “a la
conciencia bien formada del seglar toca lograr que la ley divina quede grabada
en la ciudad terrena. Pero no piensen que sus pastores están siempre en
condiciones de poderles dar inmediatamente solución concreta en todas las
cuestiones, aun graves, que surjan. No es esta su misión. Cumplan más bien los
laicos su propia función con la luz de la sabiduría cristiana y con la
observancia atenta de la doctrina del Magisterio” (Gaudium et spes n.
43). Pero sí creemos que es tarea de la jerarquía motivar y preparar a los
laicos para cumplir su misión.
Para mas informacion, visite: Iglesias Domesticas
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